Una de cada tres mujeres es víctima de abusos en el mundo. Y es más probable que una mujer de entre 15 y 48 años padezca alguna forma de violencia que cáncer, alerta la oficial de enlace del Fondo de Población de Naciones Unidas (UNFPA), Eleonor Faur. ¿Qué pasaría si otro grupo social sufriera una víctima fatal cada tres días, como ocurre por ejemplo en Argentina? Según consigna este sábado la agencia DPA, la violencia contra la mujer es una realidad que atraviesa todas las clases sociales y trasciende los muros del hogar, mientras intenta dejar de ser invisible a la mirada de la sociedad y sus gobernantes. Además enfrenta el riesgo de que se profundice con la crisis internacional, si ésta multiplica los problemas financieros hogareños, de las organizaciones que impulsan campañas de concientización y de los Estados que destinan fondos a sus organismos y a la Justicia para actuar frente a este flagelo. "La discriminación y la violencia contra la mujer es una forma flagrante de violación de los derechos humanos", advierte la senadora argentina María Cristina Perceval. "Es un problema de la sociedad y una responsabilidad del Estado, es un problema de la relación del poder y de la democratización de la democracia", sostiene la legisladora, autora de varios proyectos en defensa de los derechos de niños, adolescentes y mujeres. La funcionaria del UNFPA destaca que "al ser tratado como un problema de derechos humanos, a la vez que obliga a los Estados a generar políticas, empodera a las mujeres víctimas a no ser objetos discrecionales de las políticas sino sujetos de poder reclamar por su derecho a vivir una vida sin violencia". Sin embargo, más del 50 por ciento de las mujeres que sufren violencia no lo denuncia, según las estadísticas de la Organización Panamericana de la Salud (OPS). Y cuando sí acuden a denunciar, suelen ser revictimizadas por la Justicia, la policía y el sistema de salud, que padecen en gran parte de la región poca capacitación para abordar esta problemática. El riesgo que implica una Justicia ineficaz puede agravar la situación de las víctimas, porque podrían ser objeto de una represalia de sus compañeros, afirma por su parte la directora de la Fundación para el Estudio y la Investigación de la Mujer, Mabel Bianco. En Nicaragua, por ejemplo, la corrupción del sistema judicial permite que violadores y asesinos de mujeres salgan libres antes de cumplir sus condenas, por lo que las mujeres temen cada vez más denunciar abusos. En realidad debería hablarse de las violencias contra las mujeres, en plural, porque poseen múltiples facetas, entre ellas violencia física, psicológica, sexual, económica, patrimonial, simbólica, institucional y laboral. Y se las suele abordar como un problema exclusivamente psicológico, cuando en realidad deberían tenerse muy en cuenta los condicionamientos sociales, económicos e ideológicos. Las violencias contra las mujeres alcanzan mayor visibilidad pública cuando ya no hay vuelta atrás, cuando ocurren los femicidios, pero es una realidad diaria que afecta a millones de personas. Una encuesta realizada en México en 2006 reveló que el 67 por ciento de las mujeres mayores de 15 años había sufrido algún tipo de violencia. En Ecuador, el 37 por ciento de las mujeres declaró que vive en permanente situación de violencia. No obstante, en toda América Latina los esfuerzos de los Estados y sus parlamentos por visibilizar la problemática de la mujer y revertir la situación se multiplican. Se han aprobado leyes contra la violencia a la mujer y la familia en Ecuador, Colombia, Venezuela, México y Panamá. En Argentina está en tratamiento legislativo. Según el secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, la violencia contra la mujer es "un ataque contra todos nosotros, contra los cimientos de nuestra civilización". "Ellas son las que tejen la fábrica de nuestras sociedades". El cambio debe ser profundo porque en muchos países "las violencias aparecen en todos los sectores y legitimadas por la adscripción al hecho biológico y cultural de ser mujer", señala la senadora argentina. La causa subyacente de las violencias contra las mujeres es la discriminación. De allí proviene la desigualdad en el trabajo, el avasallamiento del derecho de la mujer a su libertad sexual y reproductiva, la feminización de la pobreza. Para Perceval, "nada es tan triste como el silencio de las víctimas, nada es tan triste como el silencio del Estado y de la sociedad frente a las víctimas, y de las víctimas frente a sí mismas".
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