En el horizonte había apenas un villorrio, casas de adobe y piedra, calles de tierra y una barranca. Algunos historiadores aseguran que en aquella Buenos Aires de mediados del siglo XVIII no había más que 27.000 habitantes. Y todavía faltaban algunos años para que esa aldea que se divisaba desde el Río de la Plata se transformara en la Capital del Virreinato. Cargado de mercadería y con cuatro cañones a bordo, un galeón -probablemente español- navegaba hacia la costa cuando su casco impactó contra un obstáculo, quizá un banco de arena. Tal vez ese golpe le puso fin a un viaje de miles y miles de kilómetros. Terminó varado frente a las costas y allí pasó más de 200 años, sepultado debajo del Antiguo Puerto Madero -que le ganó tierras al río y se construyó entre 1887 y 1897- y luego debajo del Dique 1, en el nuevo Puerto Madero. La nave pudo haber terminado como cimiento de un shopping, de un estacionamiento subterráneo o de un edificio de viviendas de lujo. Pero el 30 de diciembre el galeón asomó sus cañones y quedó a la vista uno de los hallazgos más importantes de la historia porteña, un tesoro que permitirá conocer parte de la historia de la Ciudad. Un equipo de arqueólogos -asistidos por estudiantes y también por obreros del complejo Zencity, que está en plena construcción-, trabajan contrarreloj para rescatar de allí la mayor cantidad de objetos. Y en los primeros días de mayo, cuando caducan los 90 días hábiles del permiso que la empresa constructora Fernández Prieto firmó con la Ciudad, tendrán que haber tomado una decisión respecto a la conservación del galeón: ¿lo subirán a la superficie o lo dejarán allí, enterrado? Es que una vez descubierto, el aire comenzó a asediar a la madera del galeón. Y aunque provoque cierto escozor, algo de impotencia y hasta resignación, una buena parte de estos restos arqueológicos podrían permanecer enterrados en el mismo lugar y por el mismo fango que los conservó durante más de 200 años. Así se lo anticiparon a Clarín los directores del proyecto de conservación. Y habrá que entender los motivos: "Estamos trabajando bajo una doctrina documental escrita y establecida en documentos de la UNESCO y del ICOMOS (N. de R.: son las siglas en inglés del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios). Una doctrina que aconseja que los hallazgos regresen al lugar en donde ha quedado demostrado que su conservación es posible. Lo importante es garantizar la conservación y ésta parece ser la opción más viable", explicó Javier García Cano, especialista en patrimonio cultural subacuático y uno de los director del Proyecto Zencity, como llamaron al trabajo. "En contacto con el aire la madera se convierte en polvo, se degrada más que con el agua. Lo que sucede es que se modifica el estado original de conservación de los materiales", explicó Mónica Valentini, profesora titular del seminario de arqueología subacuática de la Universidad Nacional de Rosario. Valentini comparte con García Cano y el doctor en arqueología Marcelo Weissel la dirección del proyecto.En la recorrida por los restos del naufragio, el ministro de Cultura porteño, Hernán Lombardi le aseguró a Clarín que si la decisión es dejarlo enterrado entonces su área comenzaría a diseñar una alternativa para que los porteños puedan ver el tesoro: "Podemos armar una pasarela con vistas cenitales y un cronograma de visitas para que todos puedan verlo. También podríamos desarrollar un soporte en video, fotos e imágenes 3D para montar un centro de interpretación. Pero son los especialistas los que tomarán las decisiones. Sin dudas la prioridad es la preservación del bien", anticipó.El hallazgo del galeón deparó una sucesión de sorpresas. Enterrados a un promedio de ocho metros por debajo del nivel de la calle Juana Manso, primero aparecieron los cañones, parte del casco y vasijas; luego más vasijas de múltiples formas, platos, tazas, piedras que se usaban para el lastre, trozos de mayólicas, toneles, cerámicas indígenas, pipas para tabaco, cabos y sogas con diferentes trenzados. También objetos que conformaban la estructura del casco: flejes, pernos, clavos y zunchos. Y el miércoles, el día que Clarín recorrió la zona del hallazgo, encontraron una roldana y un hacha. Todos los objetos tienen diferentes grados de conservación, pero algunos están tan deteriorados que los colocan en cajones con agua. Y el estudio de cada uno de los fragmentos de esta nave le permitirá a los arqueólogos reconstruir una historia que aún tiene muchos interrogantes y algunas certezas. Por ahora, los arqueólogos usan el modo potencial para referirse a todo lo que rodea al hallazgo: "Creemos que podría ser una nave de un porte mediano, española y que pudo haberse construido antes del 1750. Sabemos que quedó varada a 41 grados y encontramos en el casco un gran golpe que pensamos que puede ser el que la hizo encallar", explicó Weissel, quien dirige el programa "Historia bajo las baldosas". También analizarán el lodo que hallaron adentro de las vasijas para saber que contenían.
No hay comentarios:
Publicar un comentario