
Encabezado por un Cristian Fabbiani colosal, el rojinegro superó sus propios errores, y también los de Pablo Lunati (de bochornosa labor), y logró un empate que tuvo tintes de heroico. De paso, le propinó un duro golpe a San Lorenzo.
Otra vez Newell’s arrancó dormido. Al igual que ante River y Banfield, al equipo de Gamboa le costó acomodarse en la cancha, y San Lorenzo no desaprovechó la oferta. En quince minutos, el Ciclón se puso 2-0 arriba, con un oportuno Barrientos, quien encontró poca oposición en Peratta.
A poco de empezar, la noche se hizo más oscura. Con el 2-0 a favor, la visita se acomodó cerca de su arco y le cedió la pelota a Newell’s. Todo un problema para un equipo que mostraba pocas ideas. Sólo el empuje y el oficio de Fabbiani permitió que el partido siguiera con vida. Y con un corazón tan grande, todo es posible.
La luz de esperanza apareció a los 12 minutos del complemento. Cansado de los polémicos, y muchas veces perjudiciales fallos de Lunati, Fabbiani recibió la pelota fuera del área grande, se desembarazó de Aguirre y Bianchi, y sacó un derechazo fortísimo que hizo inútil la estirada de Orión.
El empate empezó a tomar color. Más aún cuando Juan Manuel Torres vio la roja. Pero Lunati sacó de la galera un penal inexistente para que el Ciclón volviera a sacar una luz de ventaja (3-1).
¿Final de la historia? No. El Ogro no se resignó. En una pierna siguió complicando a la defensa azulgrana. Y a partir de su empuje todo Newell’s creyó en la hazaña.
Descontó Vangioni luego de dos cabezazos de Fabbiani y el empate llegó luego de otra corajeada del Ogro que terminó empujando a la red Diego Torres. Final heroico. La lucha por el título quedó atrás, pero Newell’s se despidió de pie. No hay lugar para los reproches.El Ciudadano.net
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